El Día Internacional tiene un significado profundo, pues es producto de las largas luchas de los pueblos originarios por recuperar su memoria histórica, romper el silencio, mejorar sus condiciones de vida y afirmar sus derechos económicos, políticos, sociales y culturales.
A las puertas del tercer milenio, cuando la incertidumbre cunde por todas partes, los pueblos indígenas se presentan florecientes de vida y de esperanza. En numerosos países han pasado a consituirse en actores centrales de nuevos procesos que están sembrando la semilla de un futuro multiétnico,
pluricultural y plurilingue, que será la garantía de una convivencia pacífica y armoniosa de esas sociedad plurales.
A través de una multiplicidad de iniciativas y propuestas innovadoras, se viene gestando y consolidando una plena y digna participación de los pueblos indígenas en diversos aspectos de la vida interna de sus países. Particular mención merece el creciente protagonismo que están alcanzando en el escenario político, sobre la base de un accionar fundamentado en el rescate de valores éticos y la dignidad ciudadana, con alternativas y propuestas que buscan solucionar tanto los problemas locales como nacionales.
Estos logros están siendo posibles gracias a que los pueblos originarios se han empeñado en buscar la unidad ante objetivos y metas comunes. No obstante a que se persiste en la idea de dividirnos y de fomentar la confrontación entre indígenas, cada día que pasa conseguimos ganarle a la desunión y consolidar nuestra unidad. Es cierto que falta mucho camino por recorrer, pero estamos avanzando con paso firme.
El Dia Internacional es también una ocasión para condenar enérgicamente las graves y sistemáticas violaciones de los derechos inalienables de los pueblos indígenas, que afectan incluso el derecho a la vida. En algunos países, los pueblos indígenas se encuentran amenazados de extinción, mientras en otros padecen de hambruna; y en general no se han logrado eliminar las condiciones de marginación, segregación, opresión y racismo de las cuales son víctimas.
Esta situación no puede continuar. Hoy que se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas hago un llamado a la opinión pública internacional a condenar y sancionar todo tipo de atropello contra los pueblos indígenas, toda violación a sus derechos humanos, todo atentado contra su dignidad. No debemos permitir que el silencio siga rodeando las agresiones de que siguen siendo objeto.
Asimismo, llamo a todos los gobiernos y exijo pasar de las declaraciones de intenciones a los hechos para que den cabal cumplimiento a los compromisos adquiridos con el Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas, que fue proclamado por las Naciones Unidas en diciembre de 1994, con el propósito de encontrar soluciones viables a los problemas ancestrales de dichos pueblos. En este sentido los gobiernos tienen la impostergable responsabilidad de impulsar proyectos que fortalezcan y fomenten las acciones e iniciativas de los pueblos indígenas e instituciones para resolver los problemas que enfrentan. Para ello es también urgente que los Estados ratifiquen y cumplan los diversos instrumentos internacionales sobre los derechos de estos pueblos.
Es el momento de emprender responsable y conscientemente las acciones que nos encaminen a la construcción de naciones verdaderamente pluriétnicas, multiculturales y plurilingues cuyas relaciones interculturales estén basadas en la tolerancia y el respeto absoluto de los derechos culturales de los pueblos indígenas y no indígenas; naciones en las que haya justicia y opciones de desarrollo para todos, de libertad y democracial real para todos, de respeto a la cultura de todos y vigencia plena de los derechos humanos.
Aprovecho la celebración del Día Internacional para saludar los esfuerzos e iniciativas de los pueblos indígenas por resolver sus problemas locales, así como sus aportes para la solución de los problemas nacionales, y los exorto a continuar por la senda de la unidad y en el empeño por heredar a las futuras generaciones un mundo en el que la paz no sea solo un sueño.
Quito, Ecuador, 9 de agosto de 1996.
Rigoberta Menchú Tum
Premio Nobel de la Paz y
Embajadora de la Buena Voluntad de la UNESCO.