"... ya soy 35 años shaman, yachac taita, yo trabajo con la yerbas tradicionales del campo, el tigresillo, la juyanguilla, la conguna, que son las plantas silvestres de los antepasados que sirven para curar los males del cuerpo que tiene la persona: dolor de la cabeza de la cabeza, de espalda, de cintura, el pene, desde las uñas hasta la cabeza"
Quien habla es el indígena José Manuel de Velásquez, más conocido como Taita Churo, quien vive en la comunidad de Pucará de Velásquez, 110 kilómetros al norte de Quito. Taita Churo, junto a otros shamanes, dirigentes indígenas y académicos se reunieron el pasado 16 de julio en Quito, en la Universidad Andina Simón Bolívar, para tratar un tema que comienza a preocupar en el país: la biodiversidad y las patentes.
El agua que derramó el vaso fue la noticia de que el estadounidense Loren Miller, de la Internacional Plant Medicine Corporation, obtuvo una patente sobre la ayahuasca, planta ceremonial usada desde hace miles de años por los etnias de la cuenca amazónica (ver ALAI No 235).
"En nuestro idioma ayahuasca significa bejuco de los espírutus, bejuco de los muertos o de los seres del más allá.
Precisamente por eso, su uso como brebaje en ceremonias de curación, predicción, abstracción, internalización y externalización", expresa Valerio Grefa, responsable de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, COICA.
"Este sumo espiritual, continúa Grefa, es prodigioso, es sagrado para nosotros, porque es usado solamente por personas que se preparan desde la infancia, a través de largos años y procedimientos aún no registrados porque dependen de cada pueblo y de cada cultura".
Los pueblos indígenas advierten sobre el uso indebido que se podría dar a esta planta, pues temen que al igual que la coca, podría ser transformada en un narcótico de alta peligrosidad para la sociedad. Y no sería nada raro que luego de unos años, los shamanes que utilizan la ayahuasca sean perseguidos como actualmente sucede con los cocaleros de Perú y Bolivia.
La patentización de la ayahuasca forma parte de la historia de piratería de las especies vegetales y de los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas. Las transnacionales farmacéuticas, desde hace varias años, han puesto el ojo en la selva húmeda tropical en donde se presume que el 30% de las plantas que crecen es medicinal. Pero la prospección no la hacen a ciegas -eso les resultaría muy costoso- sino que se aprovechan de los saberes de la medicina indígena y de los trabajos científicos que ya se han publicado.
"Para enfermedades como el cáncer, el sida, para los anti- depresivos y anti-bacterianos aún se siguen buscando la molécula clave, que es el compuesto que va a dar una actividad....entonces se investiga una planta, se saca un extracto, se saca el principio activo y luego esa estructura se sintetiza en los medicamentos que salen a la venta", explica la profesora-investigadora de la Universidad Central del Ecuador, Ximena Chiriboga.
Las transnacionales farmacéuticas no pagan nada o casi nada a los países que poseen las plantas o el conocimiento. "Hay seudo- investigadores que aceptan 100 dólares, un viaje al exterior o una computadora a cambio de entregar grandes cantidades de plantas", denuncia Ximena Chiriboga.
Al igual que la ayahuasca, las transnacionales han patentizado la sangre de drago, el floripondio, la ucaria tormentosa (uña de gato) y otras más, obteniendo grandes ganancias. La sangre de drago es un medicamento usado popularmente para úlceras, cicatrización y como anti-viral. Luego de una investigación, la transnacional Shering ha sacado al mercado 4 medicamentos que son utilizados como cicatrizantes y activadores del crecimiento celular, para el herpes genital y el herpes holsten.
Pero Naranjo añade que lo que sobrecoge a un ciudadano tercermundista es "una cierta sensación de impotencia; los dueños de las patentes imponen los precios de sus productos y nosotros tenemos que pagarles, con nuestra escuálida economía tenemos que contribuir a las utilidades y al progreso de los grandes. Años atrás el precio de un tractor equivalía al de dos o tres toneladas de cacao, ahora un tractor semejante, pero mejorado por la tecnología, cuesta el equivalente a 20 o 30 toneladas de cacao. Es decir debemos trabajar más, sudar más para obtener los artículos que nos ofrece la gran industria a los precios actuales. No hay posibilidad de patentes para el café, el cacao, los camarones".
"Nos imponen el precio de lo que exportamos y con mayor razón de lo que importamos. Poco o nada tenemos de inventos para protegerlos mediante patentes frente a los países industrializados, y más todavía mediante patentes otorgadas por Estados Unidos, cuyo trámite para un país tercermunista es prácticamente imposible. Pero para proteger, por lo menos, lo que la naturaleza nos ha dado hace pocos años se reunió la Cumbre de la Tierra y en ella se aprobó el Convenio Internacional sobre Diversidad Biológica. Los EE.UU. en defensa de sus propios intereses no lo ha ratificado hasta hoy", agrega Naranjo.
Por otro lado, investigadores nacionales e indígenas coinciden en que en el Ecuador se deben aprobar una ley que proteja los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas y que evite, de manera estricta, la salida de muestras biológicas hacia el exterior.
La profesora Ximena Chiriboga propone, además, que la investigación científica debe realizarse en el país y no fuera de él, porque "con cada planta que sale, salen milenios de conocimientos". Además, agrega, la investigación debe desarrollarse tomando en cuenta los requerimientos de nuestros países y no los afanes de lucro de los países del norte.
El Ecuador está recibiendo presiones para que el Congreso ratifique un convenio sobre la propiedad intelectual, firmado en 1993 entre el embajador ecuatoriano y el gobierno de Estados Unidos. Plutarco Naranjo opina que el convenio contiene artículos "peligrosos o al menos inconvenientes" y que el Ecuador no puede pretender negociar, en cuanto a patentes se refiere, de igual a igual con Estados Unidos, que es el país que tiene registrado el mayor número de patentes del mundo. Por todo ello, cree que el acuerdo no puede ser ratificado por el Congreso sin un estudio detenido, realista y responsable. "No hay ni debe haber de la parte ecuatoriana ninguna urgencia y hay que resistir a las indebidas presiones", finaliza Naranjo.
(17 julio 1996)